Published on marzo 16th, 2018 | by Isael Serra
Tape trading, parte vital en el desarrollo del metal extremo
El tape trading, un movimiento “under” mundial
Hoy en día es fácil olvidar el contexto y la importancia del tape trading -intercambio de cassettes- en el fenómeno del metal extremo underground, sobre todo en el periodo fundamental para estos géneros que comprende los años 80 y principios de los 90. Antes del uso masivo de internet, pues, cuando esta tecnología era reservada para hackers o miembros del pentágono. Todo este rollo de intercambiar “casetitos” por correo debe de parecerles absurdo a las generaciones de hoy en día, quienes pueden acceder fácilmente a cualquier disco o grupo con tan solo un clic o al tocar la pantalla de sus celulares mientras yacen en un cómodo sillón en medio de un “binge watching”-maratón- de alguna serie en trasmisión en línea.
Básicamente la forma de conocer bandas under y de tener algo de su material -en ese periodo formativo- era mediante el tape trading vía correo postal. Ya que los discos de nuestro amado metal extremo (en ese entonces en formación, sin las categorizaciones formales actuales) eran difíciles de conseguir, y más en nuestros países latinoamericanos. Todas estas bandas que se conocían mediante intercambio parecían entonces estandartes -flag of hate- de una revolución “under”, una explosión que al aficionado de este ruido -o a coleccionista- volvía loco por la cantidad de bandas que surgían de diferentes países y con diversas visiones de lo que era el metal.
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Durante los años 80 cada mes parecían brotar nuevas agrupaciones rompedoras y “heavies” hasta la médula, de todos lados, como hongos, y cada una más extrema y rápida que la anterior. Era difícil seguir el ritmo, y más si se era un adolescente sin dinero en el bolsillo. Uno babeaba al ver en las tiendas de discos material de importación que, era caro entonces, y más caro ahora. Discos relucientes, con portadas impactantes -que en ese entonces en verdad eran inquietantes y hasta “blasfemas”, aunque hoy nos parezcan de lo más común y hasta naive-.
Pero que por falta de una cartera llena solo podíamos conformarnos con observarlas la mayoría de las veces; hasta que podíamos obtener el ansiado material vía el “milagroso” intercambio de cintas. Y eso con cierto esfuerzo; pues había cosas que eran de plano inaccesibles en ese momento, o que nunca llegaban a nuestras manos, ya sea porque se perdió en el correo o por el infame acto de “rip off”, donde el contacto no te mandaban nada, traicionando el acto de confianza implícito en el intercambio metalero. Había honor, carajo.
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Obviamente al “rip off” lo evidenciabas en tu círculo de amigos por correspondencia. Así había algunos personajes muy conocidos; pero por ser mañosos. Porque se solía pedir dinero escondido entre las hojas de la carta para asegurar él envió. Tanto era el interés de algunos, que estábamos como pendejos varias veces a la semana en la oficina de correos o hasta en las casas de cambio cambiando pesitos por dólares -la moneda internacional al uso-. Aunque había la opción del giro postal.
En México se hizo necesario para acceder a lo nuevo.
El contexto en la golpeada e híper explotada Latinoamérica en los años 80 nos hacía todo aún más complicado. En nuestro país llegaba a su fin el llamado “milagro mexicano”, con el desastroso sexenio de José López Portillo. Adiós “boom económico petrolero”; bienvenida la fuga de capitales, la inflación, la deuda externa, el desempleo y el estancamiento económico. El desgaste y desencanto social fue brutal. Entre las “brillantes” ideas de los expertos para “salvar el barco” estaban las políticas nacionalistas. Para incentivar la industria local los gobiernos prohibían la importación de productos, dando paso al contrabando; la llamada “fayuca”. Algo que hacia aún más difícil acceder a ese mundo “metálico” y novedoso del que leíamos en las escasas revistas especializadas o fanzines.
Pero nada era imposible para el “metalhead latinoamericano y el cada vez más bajo costo de los cassettes: dada la cercanía con E.U.A. nunca faltaba el cuate o el tío que traía de su viaje “al otro lado” un par de discos, ya fueran de hard rock –de ese que salía en MTV, tipo Twisted Sister o Quiet Riot- o verdaderas joyas de metal oscuro primigenio.
Ahí iniciaba el verdadero “quest for metal”, grabando en cassette el álbum del amigo o el primo; pues muchas veces no aflojaban prenda y no te querían prestar el dichoso disco. Supe casos de gente con una buena colección discográfica que cobraban por grabar en cintas sus preciados discos. Yo no llegué a tanto como para encargarles algo. No se me hacía onda “mercar” con eso. Mejor el trueque o las cintas baratas del Chopo que los vendedores profesionales grababan con “lo último” en cuestiones metaleras, y que incluso rellenaban con ignotas, pero potentes bandas de su cosecha.
Aunque lo verdaderamente jugoso, la aventura estaba allá afuera-en el mundo-, en la red de carteo. Cuando no tenías el Tianguis del Chopo cerca, recurrías a la magia del tape trading. Los pasos de esta actividad eran en apariencia simples: Leyendo la sección de cartas o anuncios clasificados de revistas o fanzines podías ver gente que publicaba su dirección o P.O. Box, y algunas de sus bandas favoritas con la intensión clara de cartearse con gente con la que pudieran intercambiar material mediante cintas, de cosas que este no tenia, pues, repito, era un universo extenso el del este “boom” del metal extremo en los años 80-90.
Así, si veías a un tipo de otro Estado o país, con gustos parecidos a los tuyos en cuanto a bandas, le enviabas una carta saludándolo, explicando un poco tus gustos o tal vez el contexto de “la escena” en tu país, para ver que le pudiera interesar de lo local, y adjuntabas una lista de los discos que tú tenías a la mano. Esto con la esperanza de que el destinatario te enviara una carta de regreso con la lista de su material disponible. Si tenías suerte podía ser, como dijera Humphrey Bogart, “el comienzo de una hermosa amistad”, fructífera en ruido metálico y hardcore atreves de cintas.
El truco estaba en mandar cartas al mayor número de personas posibles, con el inglés de pacotilla que nos enseñan en las escuelas básicas. Gran parte de quienes se movían en esos “avisos” en revistas/fanzines eran gente comprometida con esta cultura -entonces- under; que incluso te recomendaban bandas más oscuras, y que hacían todo esto por pasión. Claro, no faltaban los “rip-off”, como siempre. Gente sin quehacer que le daba en la torre al código no escrito de confianza. Y que se dedicaban a estafar, a pedir dinero y ofrecer material cotizado que en realidad no tenían.
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También existía la posibilidad de cartearte directamente con las bandas para solicitar su material -a veces demos, a veces sus discos que no eran distribuidos correctamente-; y aquí si era necesario mandar en la carta unos dólares ocultos, o su equivalente en timbres postales, para asegurar el envió. Lo mismo se podía hacer con disqueras pequeñas, pedir catálogos y esas cosas, y si te interesaba comprarles directamente. Cabe aclarar que –y eso no ha cambiado mucho- correos de México era deficiente y tardado hasta la exasperación. Y muchas veces al llegar paquetes grandes, de varias cintas, estos estaban abiertos o con piezas faltantes.
Todo era como una apuesta, a veces ganabas y te llenabas de cassettes de bandas alucinantes del otro lado del mundo, y otras veces nunca llegaba nada; así que ejercer la paciencia y la constancia eran otras de las herramientas necesarias para este asunto. En realidad la mayoría de las veces era frustrante esperar tanto.
Los verdaderos protagonistas
Las bandas también se esforzaban en lo suyo: ofrecer música que sonara rompedora incluso en esas cintas que solían ser grabadas una y otra vez hasta perder fidelidad. Aunque debo admitir que una cinta de tercera o hasta cuarta generación -la copia de la copia de…- tenia cierto encanto oscuro y raw que redondeaba todo el concepto de música extrema y rápida.
Supongo que era tal la competencia entre tanta banda emergente que, para llamar la atención en este sub mundo, ganaba la que mejor tocaba, y los más innovadores. Ganaban bandas de países tan atípicos como Suiza: Hellhammer/Celtic Frost, Coroner, ganaron los Death de Chuck Schuldiner (que mucho le debe al tape trading, y que, de hecho, en sus inicios se trataba tan solo de un proyecto de músicos afines de bandas y ciudades diferentes), ganaron los Dark Angel, los Possessed, los Destruction, los Rigor Mortis, los Slaughter de Canadá, con su “Strappado”, los D.R.I, y los S.O.D. -otro proyecto legendario en el tape trading- y un largo etcétera. Bandas que fincaron su prestigio mediante este fenómeno de intercambio de cintas.
Es un hecho muy conocido que las primeras bandas de thrash como Metallica, Slayer o Exodus fincaron su base de fans gracias al incesante tape trading y la demanda que sus cintas grabadas tenían entre los metalheads. Parecía que en ese entonces no había mejor forma de promoción para bandas de este estilo en sus orígenes. Muchos así se hicieron de un nombre y prestigio, aunque años después gente como Lars Ulrich renieguen hipócritamente del uso de su música en grabaciones que no le reditúan, pues creen que con lo que ganarían de no existir estas, se podría comprar otro peine de oro para cuidar su escasa cabellera.
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Metallica antes era sinónimo de banda con el logo mal dibujado en un cassette que te grababan “de cajón” y que le rolabas a tu primillo cuando venía de vacaciones. -subtitulo- ¿Se trataba solo de vulgar piratería ahora mitificada? La escena metalera mundial estaba en ebullición, aunque seguía siendo un mundo marginado por los grandes medios, llamaba la atención de algunos jóvenes, pues tenía cierta integridad y un espíritu de rebeldía, por lo cual grabar una cinta no era vulgar piratería, eran herramientas contra el sistema discográfico imperante, enajenante y masivo.
Nosotros despreciábamos a las compañías discográficas “majors”/grandes, conglomerados que dominaban el mercado y la radio, que empaquetaban cualquier movimiento musical honesto en sus orígenes, y que nos los vendían de regreso, desvirtuado y edulcorado. El intercambio de cassettes era nuestra forma “clandestina” de pintarles un gran “fuck you”. El mensaje era “no los necesitamos”, no hay intermediarios. Aunque técnicamente muchas de las grabaciones de origen eran de compañías pequeñas que pertenecían de alguna forma dependiente a los odiados conglomerados de la industria discográfica ochentera dormida en sus laureles.
La lista de bandas involucradas en el tape trading – y el desarrollo en el metal extremo- sería interminable. Pasa como en esa otra forma antaña de conocer grupos: viendo los agradecimientos de los discos. Hay que agradecer a tal banda que nos llevara hacia otra. No se podría comprender el desarrollo de sub géneros sin el intercambio de cintas a nivel mundial, pues bandas underground de países que no se consideraban anteriormente en el “mapa metalico”, lograron cruzaron fronteras y hoy son reconocidas como pilares. Como sucedió en el black metal y el intercambio de cintas de Mayhem , Tormentor, Master’s Hammer, Rotting Christ o Necromass; en el thrash metal- Destruction, Kreator, Sodom- O bandas hardcore como Discharge o Doom.
¿Qué se extraña de esa época y del tape trading? Desde luego que por más nostalgia que provoque, uno no se va a poner a mandar cassettes a todos lados usando el correo regular; eso ya nos lo podemos ahorrar; pero si se extraña la magia de una época de desarrollo y descubrimiento under, el ambiente de camaradería y de cierta empatía al compartir “tesoros” no al alcance de todos. Era como una logia -magios- de desadaptados e inconformes musicales. Y a pesar de que entonces creíamos que había muchas bandas en la escena mundial extrema; en realidad era un universo pequeño comparado con la oferta de bandas nuevas que existen hoy en día, y donde de plano, nadie se puede dar abasto. Así que sigamos recomendando bandas a aquellos que lo aprecien, sea el formato que se escuche.
Portada vía https://tshirtslayer.com