Published on agosto 11th, 2017 | by Luis Fernando Reyes
Motocicletas, distorsión y las flechas de Davie Allan
«Weall know howwe’re gonna die baby, we’re gonna crash and burn»
Tarot, Werewolves on Wheels
No es un secreto que me gustan las películas viejas, pero en 35 años estoy seguro que no he visto ni una cuarta parte de las cintas que me gustaría, y eso está muy bien, porque así me puedo seguir sorprendiendo cada vez que me topo con un filme raro o con un subgénero perdido en las brumas del tiempo.
Algo así me pasó con el cine de motociclistas que proliferó a mediados de los años 60 y a principios de los 70, recuerdo que muy chavito una de las producciones más icónicas de este tipo: Th Wild One (1953) con Marlon Brando pero en ese entonces estaba tan fascinado con los monstruos de Universal que prácticamente me olvidé de ella y de todo lo relacionado.
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Pero no fue hasta hace unos años que me encontré de frente con la violencia adolescente, la furia contra el mundo y el sexo desenfrenado montados en una Harley que le dieron forma a cintas icónicas como Motorpsycho (1965) de Russ Meyer, The Wild Angels (1966) de Roger Corman, The Glory Stompers (1967) de Anthony M. Lanza, Devil’s Angels (1967) de Daniel Haller, Easy Rider (1969) de Dennis Hopper, Satan’s Sadists (1969) de Al Adamson, Weewolves on Wheels (1971) de Michel Levesque y Psychomania (1973) de Don Sharp.
Desde entonces no me cansó de ver películas de este subgénero porque sin ser nada pretenciosas reflejan a la perfección todo el caos que trajo el cambio generacional en aquella época, aunque no son grandes producciones y tienen sus defectos lo compensan un aura de rebeldía única e irrepetible, misma que a su manera, influenció mucho al rock (por su obvias similitudes ideológicas) basta con recordar que el tema principal de Easy Rider fue Born To Be Wild de Steppenwolf de la cual se desprende el término “heavy metal thunder” que muchos señalan como el origen del género musical.
Precisamente, una de las cosas que más me gustan de estas películas son sus soundtracks, ya que están conformados por una mezcla de música norteamericana que fue evolucionando junto con las películas hasta adquirir un sonido propio y ese sonido se debe en buena parte al trabajo de Davie Allan quien fue uno de los primeros en unir el surf y la psicodelia a través del puente de la distorsión generada por la guitarra eléctrica combinada con un pedal, sonido que hoy pomposamente conocemos como «fuzz». Así, el Fuzz es el sonido perfecto para surfear sobre el asfalto en truenos de metal.
Allan creció escuchando a Elvis Presley pero su verdadera influencia fue el sonido de Duane Eddy (mente maestra detrás de The Ventures) y los westerns de John Wayne de los cuales pueden notarse reminiscencias en temas como Apache ’65, Blues Theme, Moondawg o War Path (como dato curioso, los nombres de sus canciones se consideraban demasiado oscuros para ser surf y demasiado violentos para ser rock psicodélico, por lo que nunca encajó del todo en ninguno de los dos mercados).
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De esta manera, las películas y el fuzz se fueron retroalimentando, creciendo de manera simultánea hasta crear un nicho bien específico que actualmente no es muy conocido pero que tuvo lo suyo a finales de los sesentas y que extendió su vida hasta principios de los noventa, tanto que Davie Allan and The Arrows han grabado varios discos no relacionados con la industria del cine y han armado aún más recopilaciones que siguen vendiéndose bien, aunque nunca se han roto por completo el vínculo con la pantalla, en este nuevo siglo han participado en las bandas sonoras de The Sopranos, Inglourious Basterds y Carriers.
Aunque su trabajo más reciente es la colaboración que hizo con Joel Grind de Toxic Holocaust el año pasado, mismo que recomiendo ampliamente, en total sólo dura 10 minutos pero es un viaje fabuloso (ya que están en eso, también podrían checar el Equinox del Grind, en el que cambia el metal punk por los sintetizadores muy a lo Goblin).
Las cintas de motociclistas y el sonido de Davie Allan superan la prueba del tiempo no sólo por su historia o lo innovadoras que fueron, sino porque siempre va a existir un adolescente dispuesto a buscar su camino entre la violencia, el sexo y la música distorsionada.
Portada: silodrome.com