Published on enero 12th, 2018 | by Luis Fernando Reyes
Guillermo del Toro: una vida dedicada a la obsesiones
“Mientras algunas personas encuentran a Jesús, yo encontré a Frankenstein.”
-Guillermo del Toro
Durante la edición 74 Festival Internacional de Cine de Venecia (llevada a cabo en septiembre del año pasado) “The shape of water”, la nueva película de Guillermo del Toro, se alzó con el León de Oro a la mejor película con lo que se convirtió en el primer mexicano galardonado con la prestigiosa estatuilla y en el tercer hispano en ser reconocido en la “Mostra” después de Luis Buñuel (Belle de Jour, 1967) y Lorenzo Vigas (Desde allá, 2015), lo que demuestra que no es nada fácil cautivar a los jueces del festival más antiguo del mundo, así que desde ese primer momento quedó claro “The shape of water” daría mucho de qué hablar.
Pero no sería la primera vez ya que del Toro es uno de los creadores más interesantes e innovadores de la actualidad, también uno de los más arriesgados ya que a diferencia de sus contemporáneos nacionales decidió seguir el camino de lo fantástico para desnudar la naturaleza humana a través de monstruos, magia y oscuridad, por lo que más de una vez fue mal visto por los “expertos”, pero eso no lo hizo desistir, incluso se puede pensar que eso hizo que reafirmara su vocación como narrador de historias macabras, como un moderno trovador que en vez de hablar sobre princesas y dragones va por ahí dejando relatos de fantasmas, vampiros y demonios muy humanos.
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En este sentido, “The shape of water” podría considerase como el punto cumbre (hasta el momento) de de su carrera que abarca 25 años como profesional, pero muchos otros como fanático de todo lo fantástico pues Guillermo de Toro afirma que desde pequeño siempre estuvo fascinado con los monstruos a los cuales se sentía más ligado que a los niños de su edad sobre todo al Frankenstein de Mary Shelley, en el que encontró un reflejo de sus propios conflictos internos y fue el personaje que le abrió las puertas a un mundo completamente distinto en el que podía ser él mismo sin miedo a que lo juzgarán y esta empatía con el Moderno Prometeo fue lo que lo ayudó a sobrevivir una etapa muy difícil de su vida, según sus propias declaraciones, y que más adelante se convertiría en una especie de avatar que aunó a su desarrollo como artista, desde su época como experto en maquillaje y efectos especiales hasta su consagración como director.
En sus películas, el fenómeno del personaje oscuro que esconde una gran tristeza pero que es juzgado sin misericordia por su apariencia u origen es una constante que pone en entredicho el concepto de monstruo pues este se amolda mucho más a los personajes que supuestamente son normales, tal como pasa en Frankenstein. Otra de las cosas que caracterizan a Del Toro es su atención al detalle, en sus películas hasta el elemento más pequeño tiene una razón de ser y hasta el trabajo más pequeño es objeto artesanal surgido de las profundidades de su mente, lo cual queda registrado en su libro “Guillermo del Toro Cabinet of Curiosities. My Notebooks, Collections, and Other Obsessions”.
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Pero hay otro elemento que se añade a esta capacidad creativa y es que él mismo siempre busca el detalle en las cosas, lo cual lo ha llevado a coleccionar un sinfín de objetos relacionados a su gusto por lo fantástico y lo terrorífico, dicha obsesión viene desde que era niño, ya entonces juntaba por igual los cuentitos de “Tradiciones y leyendas de la Colonia” que los props que iba a rescatar a los basureros de las casas productoras que se le atravesaban.
Con el paso del tiempo se convertiría en su pasión pues en su colección no sólo hay objetos relacionados al cine, se pueden encontrar grimorios, textos “malditos”, pinturas, reproducciones en tamaño real de los personajes que admira y muchos otros objetos que más tarde se convertirían en la exposición “Guillermo del Toro: At Home with Monsters”, lo cual no estaba destinado a ser así pero llegó un momento en el que tenía tantas cosas que las tuvo que dejar en una casa y mudarse a otra, con lo cual no se libra de que sus vecinos de vez en cuando le pidan una visita guiada.
Mi primer recuerdo relacionado con Guillermo del Toro viene de cuando tenía 8 o 9 años: era un comercial de Alka-Seltzer en el que él mismo (al parecer nadie más quiso aventarse al ruedo) interpreta a un hombre lobo que se convierte después de haber comido mucho y de alguno de los promocionales que hizo para Canal 5 en los noventas cuando Alejandro González Iñarritu estaba al frente del aspecto creativo.
Años antes, Del Toro, Iñarritu, Emmanuel Lubezki, y Alfonso Cuarón ya habían trabajado en la serie de culto (ahora perdida en los archivos de Televisa) “La hora marcada”, pero a pesar del genio de los tres últimos, Guillermo se encontraba en su elemento pues la serie básicamente era de terror con toques de ciencia ficción, de hecho algunos de los mejores capítulos son los dirigidos por él: “Con todo para llevar” que es la historia de un chaval que descubre que sus hamburguesas no estaban precisamente hechas de res, “Dulce Sandra” en el que una inocente niña le hace brujería a su maestra, “Caminos de ayer” narra la historia de un sujeto que quiere viajar en el tiempo e “Invasión” en el que los humanos le aplican el clásico “primero disparo, después pregunto” a un grupo de alienígenas.
Más tarde vi Cronos y me maravilló el mecanismo mismo, los sonidos que emanaba y la relación entre dos generaciones ligadas por la sangre; después vi Mimic, la cual me pareció toda una locura pero tenía algo que me gustaba mucho (aunque quizá tenga algo que ver con el “respeto” que le tengo a los insectos actualmente); muchos años después vi Blade II y fue ahí en donde me quedé fascinado con el trabajo de del Toro, sus vampiros mutados (que más tarde retomaría en la trilogía de la Oscuridad, co-escrita con Chuck Hogan) fueron algo que cimbró mi mundo de vampiros hipersexualizados. De ahí para delante todo lo que ha hecho me ha fascinado.
El espinazo del diablo y el laberinto del Fauno son dos de las películas más hermosas que he visto por como manejan la inocencia y los horrores de la realidad; las dos entregas de Hellboy son un oda al detalle que reflejan perfectamente el universo creado por Mike Mignola; Pacific Rim es un fabuloso tributo a la cultura japonesa de los mechas y lo kaijus; y Crimson Peak es una belleza visual que no tiene pierde pues la historia misma es un reflejo del amor que Guillermo del Toro le tiene al terror gótico.
Y aunque cuando era niño no tenía ni idea de quien era Guillermo del Toro, él ya había estudiado en el Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos de su natal Guadalajara, ya tenía varios años de experiencia en diseño de maquillaje, estaba formando su productora llamada“Necropia”y estaba por ser co-fundador del Festival de cine de Guadalajara todo eso nacido de su vocación de alquimista de la imagen y de hilador de historias fantásticas, que finalmente fue lo que me llevó a ponerle atención a su trabajo pero lo que me llevó a admirarlo es su voluntad, esa fuerza que lo ha ayudado a no claudicar y continuar fiel a sí mismo a través de tantos años.
Guillermo del Toro es alguien con quien me puedo relacionar y que al mismo tiempo es una constante fuente de inspiración, no sólo para mí, sino para toda una nueva camada de creadores que están haciendo cosas fabulosas, algunos apoyados por él mismo, como en el caso de Mamá (Andrés Muschietti, 2013) o el Orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007).
Por todo lo anterior, el hecho de que Guillermo del Toro se haya llevado la estatuilla al mejor director en la más reciente emisión de los Globos de Oro no me parece algo sorpresivo, al contrario creo que es el momento ideal para que la industria reconozca su trabajo porque finalmente es en el medio en el que se desarrolla, así como se hizo con Iñarritu y Cuarón, pero más allá de eso, todos los que hemos visto alguna de sus películas y nos hemos dejado llevar por sus historias tenemos claro que su talento no se puede medir con galardones pues son el reflejo mismo de su ser, de sus obsesiones y pasiones así como el reflejo de su voluntad. Los monstruos de Guillermo del Toro son los héroes que nos han salvado más de una vez de los terrores de la normalidad.
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